Vamos a hablar en una serie de artículos sobre nuestra autoestima y el perdón. De esta forma daremos un enfoque positivo a nuestras enfermedades a través de la filosofía sanadora de Louis L.Hay y el Budismo Mahayana. Hoy vamos a hablar desde esa perspectiva budista.
La desesperanza, el resentimiento y la falta de amor a nosotros mismos, junto al estrés explican el origen de muchas de nuestras dolencias.
El coach naturopático ha de incitar al paciente a amarse a si mismo, perdonarse y perdonar el daño que haya sufrido por parte de otros. Y es curioso porque gracias a ese acto de autoaceptación y de vivir centrados en el presente, dejando atrás el pasado a través de ese perdón, ocurre un milagro, la energía que derrochamos en la desesperación se centra en sanar y disminuir los síntomas de las enfermedades que padecemos.
“Aferrándose a la ira es como aferrarse a una brasa candente con el intento de tirársela a otro; tú eres el que se quema.” Buda, 563-483 B.C.E.
Hace milenios que el budismo tibetano afirma que las enfermedades, principalmente, son causadas por el karma negativo. Este karma es producido por los obstáculos que no superamos de forma satisfactoria. No debemos olvidar que el karma son las acciones que realizamos a través de hechos, pensamientos, palabras, e incluso soñando. Para superar esos autoengaños y obstáculos debemos realizar meditación y el estudio de los cinco grandes temas Mahayanas, que son cognición válida, perfección de la sabiduría, camino medio, tesoro del conocimiento, y la ética budista. Lo que podríamos resumir en ser conscientes plenamente del aquí y ahora, de todos nuestros actos, pensamientos y palabras, amarnos y amar con respeto a todos los seres, perdonando como hubiera dicho el Maestro Jesús, las ofensas. Para hacer ese acto de humildad, el budismo cuenta con el karma yoga, que es trabajar al servicio de la comunidad y realizar postraciones, en las cuales anteponemos al enemigo a nosotros mismos. Es la magia del perdón, cerrar puertas del pasado para poder evolucionar y continuar nuestro camino y no quedarnos bloqueados , presas del resentimiento. Fácil de decir , sencillo de entender y díficil de poner en práctica, por lo que en sucesivos post vamos a explicarte como aumentar tu autoestima, amor propio, y como dejar el pasado atrás a través del perdón. No un perdón de "boquilla", sino que nazca del corazón. Podemos depurar estos problemas a través del Reiki pero sobre todo a través de nuestra voluntad de cambio, de aceptación y amor.
Los elementos heredados o Karma, son aquellos que “viajan” de una vida a otra a través de la energía sutil. Son los llamados impulsos latentes o energía que van influenciando, y en ningún caso determinando, nuestra vida. Importante, para un budista, resulta reconocer el Karma (a nivel de significado y de experimentación), porque así se logrará comprender que muchos de los aspectos que nos constituyen en el presente (nacimiento, familia, entorno, estados emocionales, pensamientos, situaciones a las cuales estamos sometidos, acciones, etc.), pueden estar determinados por las acciones de otros seres humanos, distintos a nosotros, en las llamadas “vidas pasadas” o “existencias previas”.
Cada ser humano genera Karma de alguna u otra manera, las enseñanzas hablan de que las acciones positivas generan Karma positivo, el cual es liviano (no tiende a generar nuevas existencias) y armónico con la profunda naturaleza. Mientras que las acciones negativas, generan Karma negativo, el cual es denso (tiende a generar muchas más existencias o reencarnaciones posteriores) y no está para nada en armonía con la profunda naturaleza. El budista debiera siempre estar procurando realizar acciones positivas en desmedro de las negativas. Cabe señalar que, cuando estamos en conexión directa con la profunda naturaleza, las enseñanzas nos dicen que la realización de acciones positivas y la abstención en la ejecución de acciones negativas, se produce espontáneamente.
Esta es la mirada Budista, pero podemos decir que gran cantidad de otras filosofías de vida, hablan de acciones positivas y negativas, las primeras son las esperables y deseables, mientras que las segundas deben ser omitidas y bajo ningún punto de vista, debemos dejar que definan nuestras vidas.
Y cómo es que el perdón, dado lo dicho hasta ahora, es un elemento fundamental para el crecimiento y desarrollo personal. Como el Karma negativo es el que determina, en un mayor grado, las reencarnaciones, es deber del ser humano presente, es decir nosotros, el perdonar a otros y pedir perdón por nuestros actos. Perdonar a aquellos que, a través de sus actos negativos, nos afectaron, generándonos enojo, rabia, pena, impotencia y cualquier otra emoción o impresión latente negativa. A su vez, debemos pedir perdón a todos los seres que, a causa de la desconexión con nuestra profunda naturaleza (ignorancia), dañamos con nuestros actos.
Ambas acciones deben ser hechas de manera permanente, y esto no quiere decir que se trate de ir por la vida perdonado y pidiendo perdón, estos actos deben ser hechos en momentos donde realmente seamos conscientes de porque los estamos haciendo. No es hacerlo por hacerlo, ya que esto no tendrá afecto alguno.
Evidente resulta que en la medida en que más conectados estemos con nuestra profunda naturaleza, más poderoso resultará el perdón que estemos dando o pidiendo, por tanto la meditación, ofrendada a esta práctica, resultará muy poderosa.
El pedir perdón desde el corazón, el reconocer que nos equivocamos, que obramos mal, que no dimensionamos el efecto de nuestros actos. Que no fuimos capaces de comprender nuestras reales intenciones o los impulsos que nos llevaron a actuar de manera negativa, hasta que fue demasiado tarde, es un acto que nos permite crecer y desarrollarnos como personas, nos aleja de la ignorancia, de creer que basta con olvidar para sanar. El pedir perdón, muy sinceramente, nos ayuda a limpiar el Karma, a alivianarlo y con ello, acercarnos más a nuestra profunda naturaleza.
Misma situación ocurre con perdonar a otros. Si comprendemos que no es necesario vivir a partir de situaciones del pasado, como son los actos negativos de otros sobre notros. Entonces nos podremos ir liberando del Karma asociados a dichos eventos, para esto debemos utilizar un elemento que también es fundamental en el budismo: “la compasión”, que como ya lo hemos dicho, es una palabra que abarca mucho más que el significado que tiene en occidente.
Con la compasión, podremos comprender que los actos de los demás y que estamos perdonando, fueron cometidos a partir de la ignorancia y de la desconexión de ellos con la profunda naturaleza y con esto podremos ir liberándonos de su efectos o Karma, lo cual nuevamente nos permitirá acercarnos más a nuestra profunda naturaleza.
Necesario indicar que, lo que aquí hemos dicho aplica, tanto para nuestra vida presente, como para las vidas pasadas de los otros seres humanos que se constituyeron a partir de la misma energía sutil (para quienes crean en la reencarnación). También es importante decir que el Karma no está supeditado a las reencarnaciones, porque los seres humanos, con nuestras acciones generamos Karma momento a momento, el cual no necesariamente se reflejará en una próxima vida, sino que lo hará en la que estamos viviendo, de ahí que la “plena atención” también resulte fundamental.
Debemos pedir perdón, muy profundamente, a todas las personas y seres que hemos dañado directa o indirectamente a lo largo de esta vida y de vidas pasadas. También, perdonar a todos aquellos que me dañaron, ya que comprendo que obraron a través del velo de la ignorancia, sin compasión y alejados de su profunda naturaleza, al igual que yo. A todos ellos les pido perdón y los perdono desde mi corazón.
El perdón no es un simple mecanismo para liberar de culpa a quien nos ofendió. El perdón es un mecanismo para que yo sea libre de la amargura que dejó esa acción en mi corazón.
Yo puedo decidir perdonar a alguien, que no está arrepentido de haberme dañado, porque mi intención al perdonar, no es que esa persona quede libre de culpa, si no que yo quede libre en mi interior, que yo tenga paz, que yo pueda vivir bien y sin mirar para atrás.El ser humano es susceptible de ser herido emocionalmente. Es esta vulnerabilidad la que nos hace lo que somos. Corazones heridos, relaciones rotas, pleitos, enfrentamientos, promesas incumplidas, traiciones, deslealtades, ausencias, son algunos hechos que forman parte del lado triste y oscuro de la vida. La realidad es que pueden ser muchas situaciones las que nos lastimen y generen en nuestros corazones un profundo resentimiento y tristeza que sentimos no nos permiten avanzar. No obstante, para eso existe el perdón. Lo tenemos aquí como una extraordinaria oportunidad para sanar nuestra herida y simplemente continuar.
Cuando estamos manejando nuestra vida, ¿quién está conduciendo, nuestro karma o nuestra Naturaleza Búdica? En el Dhammapada se lee que el Buda dijo: “Cuando un hombre gobierna el surgimiento de su ira como a un carruaje que se va de control, eso es lo que llamamos un conductor de carruaje. El resto es sólo tener riendas.” (Curto, 2005, XVII, V. 222) La ira es un aspecto de la aversión, uno de los 3 venenos de la mente. Cuando la vida nos presenta situaciones que provocan la aversión, o sea, la ira, la irritación, la frustración, el enojo, la furia, la rabia, la molestia, la preocupación, o el miedo, son todas oportunidades para nuestra práctica espiritual. Estas sensaciones en sí no son el problema, sino nuestro apego a ellas, lo que reafirma patrones y hábitos inconscientes basados en egoísmo e ignorancia. Cuando esto pasa, estamos fuera de control y nuestras acciones pueden causar dolor, pena, y sufrimiento. En otras palabras, hemos perdido las riendas del carruaje de nuestra mente. En vez de adiestrarnos el cuerpo y la mente en cómo guiar el carruaje para resolver un problema con perspicacia, sabiduría, y compasión, de hecho estamos presos de tendencias negativas, las que se repiten miles de veces por nuestro karma negativo. Efectivamente, estamos causando sufrimiento tanto para nosotros como para los demás. En cambio, cuando podemos practicar atención vigilante, como un buen conductor del carruaje, estamos en control de nuestras reacciones, absteniéndonos de las tendencias que nos desvían el carruaje con acciones erróneas, dándonos la oportunidad de guiarlo en la dirección apropiada. No nos desviamos ni a la dirección de la inactividad, ni en la dirección de emociones incontroladas. Al notar el obstáculo en el camino, la situación nos exige actuar en el momento; nuestras sensaciones nos atraen la atención que deberíamos atender a algo. Por ejemplo, si hay un bache en el camino, la sensación de preocupación, irritación, enojo, o miedo nos indica que hay peligro inminente. Hay que evitar el bache. Pero ¿cómo rodearlo? Si estamos apegados a nuestra emoción de aversión, podríamos maldecir y soltar palabrotas al bache, lo que no sirve para nada. Pero al notar la sensación surgiendo, la dejamos pasar, y en vez de dejar la emoción dictar nuestro comportamiento, buscamos la forma más eficaz para evitar el bache. Es el momento en nuestra práctica espiritual que preguntamos al Infinito “Qué es bueno hacer ahora?”, dándonos la oportunidad de considerar todas las opciones, mientras que ponemos fe en una sabiduría más profunda, con una perspectiva más amplia, para que nos aconseje lo que pertenece a nuestra Naturaleza Búdica. Al recibir su directiva, actuamos con pleno corazón. En esta manera, evitamos el bache en el camino, igual como evitamos los choques interpersonales con el mundo de nuestras familias, el trabajo, o la sociedad. Es reconfortante recordar que no estamos solos en este camino de la vida, puesto que el consejo y la ayuda del Infinito son como tener estos sistemas de posicionamiento global en los automóviles. Al apretar un botón, una voz computarizada nos recomienda la ruta más directa para que lleguemos a la meta de nuestro viaje, diciéndonos “De vuelta a la derecha en la próxima esquina.” Siempre se puede ignorar la voz, pero confiamos que está guiándonos para nuestro bien. De igual forma, confiamos en El Infinito para guiarnos en la dirección más directa. Por medio de la meditación, la práctica y la atención vigilante, estamos encendiendo el aparato de nuestra intuición espiritual, abriéndonos al consejo disponible en este momento. Al preguntarle al Infinito, “¿Qué es bueno hacer ahora?” estamos apretando el botón que da lo Eterno la oportunidad para guiarnos en la vida cotidiana, ayudándonos para purificar nuestro karma y aliviar el sufrimiento, así llegando por la ruta más directa en nuestras vidas a la meta divina: la paz. Pero eso requiere nuestra capacidad para desapegarnos de los sentimientos negativos.
Desde la perspectiva del Budismo, el perdón significa la habilidad de renunciar la ira y el resentimiento, sin guardar rencor ni heridas, viviendo en el presente sin distracciones basadas en memorias del pasado ni proyecciones al futuro. Si uno guarda ira, primero se hiere a si mismo, y luego se crea sufrimiento para los demás por la violencia. El Dalai Lama de Tíbet nos recuerda que violencia solo genera violencia, y puede perjudicar nuestra salud:
Con el perdón, hay dos niveles aquí. Un nivel: el perdón significa que no deberías desarrollar sentimientos de venganza. Puesto que la venganza perjudica a la otra persona, por tanto es una forma de violencia. Con la violencia, hay normalmente contraviolencia. Esto genera más violencia aún – el problema nunca termina. Esto es un nivel. Otro nivel: el perdón significa que no deberías desarrollar sentimientos de ira hacia tu enemigo. La ira no resuelve nada. La ira sólo trae sentimientos incómodos a ti mismo. La ira destruye tu paz mental. No puedes sentir la felicidad mientras que mantengas la ira. Creo que esto es la razón principal por la que debemos perdonar. Con la mente tranquila, hay más paz mental, más salud para el cuerpo. Una mente agitada nos destruye la salud, es muy dañino al cuerpo. Este es lo que creo yo. (Lama, 2004, p. 234-235)
Entonces, en vez de fomentar más y más negatividad, perjudicándonos y a los demás, hay que perdonar, incluso a nuestros enemigos, porque incluso los pensamientos crean mal karma. De hecho, nuestros enemigos pueden enseñarnos las lecciones más importantes en como amar y perdonar. El médico personal del Dalai Lama, Dr. Choedrak, fue encarcelado en 1959 por los chinos durante veintiún años. Sobrevivió tortura y abuso de una forma bien sana por practicar cuatro puntos de comprensión: 1. Aunque tuvo que enfrentar gran sufrimiento e injusticia, podía responder con amor. 2. Sus captores estaban sufriendo en condiciones iguales a él, y por la ley de karma, iban a sufrir mucho más en el futuro, mereciendo su compasión por ellos como seres sufriendo más y más por su ignorancia y confusión. 3. Tuvo que aprender como soltar los sentimientos de orgullo, auto-importancia, y soberbia falsa, puesto que todo ser humano ha hecho igual en el pasado basado en su ignorancia. Si sus captores hubieran sabido mejor, habría hecho diferente. 4. El odio, la ira, y el rencor no terminan nunca si reaccionamos con las mismas emociones. Solo terminan siendo libre de ellas, o sea con amor. (Goldstein, pp. 125-126) Como dijo el Buda en La Dhammapada (Cap. 1, V. 5): “Las ocasiones de odio ciertamente nunca son apaciguadas mediante el odio. Son apaciguadas estando libre de odio. Esta es una ley eterna.” (Curto, p. 26)
El Buda describió seis virtudes (paramitas) de alguien en el camino espiritual llegando a Nirvana; una de ellas es paciencia. Tenemos que desapegarnos de la ira en nosotros, renunciando todo deseo de venganza o retribución. Así, se puede liberar del dolor y el rencor, transformando lo que es negativo en algo positivo. Eso no implica olvidarnos de lo que pasó. Sólo se puede elegir no continuar con los sentimientos negativos, porque incluso los pensamientos pueden causar karma negativo, lastimando a los demás, y por tanto, lastimándonos a nosotros mismos. El mero hecho de pensar en la venganza y retribución nos causa nuestro propio infierno de dolor y sufrimiento interior (Ratnaghosa, 2012). Pero si podemos generar amor, compasión, y perdón, experimentamos la paz y la armonía, dos aspectos de la Naturaleza Búdica, lo más puro y libre en nosotros.
Lo importante es resolvernos conscientemente a perdonar para quitarnos de las emociones y los sentimientos enfermos y venenosos, no para hacer el otro sentir culpable, sino para liberarnos de nuestro sufrimiento. Cuando no sufrimos, estamos menos dispuestos a causar sufrimiento a los demás. Se puede ayudar con la recitación de una frase positiva, pidiendo al otro que te perdone y perdonando al otro por el dolor y el daño causados. De hecho, el maestro budista Joseph Goldstein (2002) recomienda que se recite una frase de perdón antes o después de la meditación diaria en voz alta ó en silencio en nuestros corazones como una limpieza continua del rencor y el resentimiento guardados en nuestro interior, repitiéndonos: “Si he herido o lastimado a cualquiera por mis pensamientos o palabras o acciones, pido perdón. Y libremente perdono a cualquiera que me haya herido o lastimado.” (p. 110-111)
Aprendiendo el perdón por los demás, se puede practicar paciencia con uno mismo, recordando que no somos malos por haber experimentado sentimientos negativos. Incluso el Dalai Lama experimenta el enojo de vez en cuando. Pero el punto es que no se apega a la emoción: “Por supuesto hay momentos cuando me enojo, pero en el fondo del corazón, no guardo rencor contra nadie.” Dalai Lama (Goldstein, p. 111) Cuando el veneno de la ira nos enferma, el perdón nos puede curar, revelándonos la paz y tranquilidad de nuestra Naturaleza Búdica.
Mercedes Izquierdo es Técnico en Naturopatía por la Universidad Europea Miguel de Cervantes, Coach Naturopata por la Universidad de Nebrija, y Maestra de Reiki Usui Tradicional Japones por Alianza Española de Reiki.
Oscar López es Diplomado en Enfermería, Masajista Deportivo y Quiropráctico, estudiante de Lam Rim, en la Universidad Budista de Chu Sup Tsang, Maestro de Yoga Tantrico Tibetano.
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